#23 El espíritu de Brian Wilson
Me gusta pensar que todos tenemos una ballena blanca en internet. Una página web que vimos de niños y que no sabemos cómo encontrar décadas después. Un tweet revelador que nos marcó y que no guardamos en ninguna parte; quién sabe quién sería su autor. Una reseña de un disco escrita por un americano cualquiera que se dedicaba a valorar álbumes de los sesenta. Algo que lees y se queda contigo por algún extraño motivo.
Desde hace años me gusta, de vez en cuando, recorrer discografías enteras. He escuchado todo de los Beatles, los Rolling, David Bowie, los Kinks, bastante de Bob Dylan, y un largo etcétera. Con diecinueve me dio por escuchar a los Beach Boys, un grupo que había descubierto en el instituto y me había gustado mucho pero en el que no había profundizado demasiado. Me gustaba su espíritu, tan optimista, divertido, veraniego. Era buena música para animar un día triste, o acompañar un día feliz. Estaban bien, pero no iban mucho más allá.
Hasta que llegué a Pet Sounds.
Todo lo que diga respecto a este disco se va a quedar corto, y creo que vale la pena escucharlo al menos una vez en la vida. Es mágico. A finales de 1965, harto de la vida en la carretera, Brian Wilson le dijo al resto de Beach Boys que no contaran con él para el próximo tour, que prefería quedarse en Los Angeles componiendo el próximo álbum para la banda. Los demás, acostumbrados a tratarle de genio loco (así era), le dejaron hacer.
Hasta entonces, los Beach Boys no eran más que eso, un grupo de música surfera sin muchos aspavientos. Como el resto del rock hasta entonces, no eran algo a tomar muy en serio. Cuando los Beatles dieron un puñetazo en la mesa en 1965 con Rubber Soul, el mundo de la música dijo “ojo, que esto es serio”. La música popular del entonces no eran solo cuatro tíos tocando un par de acordes y gritando por un micrófono. Es imposible no escuchar Yesterday y no emocionarse, o pasar por alto el bajo de Paul McCartney en You Won’t See Me. Wilson, inspirado por los Beatles, se dijo a sí mismo que él también quería innovar, formar parte de ese club selecto de músicos que habían venido a trascender.
Lo curioso es que, de todos los artistas que pululaban Los Angeles en los 60, Wilson se juntó con Tony Asher, un poeta inglés cualquiera que trabajaba escribiendo jingles para la radio, y con The Wrecking Crew, un conjunto de músicos de sesión que habían trabajado con artistas de la talla de Frank Sinatra. Inspirado por el sitar que escuchó en Norwegian Wood de los Beatles, Wilson comprobó que en una canción de pop-rock cabía cualquier instrumento. Y en aquel momento, en aquella ciudad, no había nadie mejor que The Wrecking Crew. Así que más allá de las habituales guitarras, bajos y baterías, se incorporaron al sonido trompetas, saxofones, clavicordios, clarinetes, violines y violoncellos, instrumentos más habituales del jazz o de la música clásica que lo que sonaba en los tocadiscos de los jóvenes de aquel tiempo.
Creo que a todo el mundo que descubre a los Beach Boys le pasa algo similar: al principio pensamos que son casi una broma, con ese nombre que parece más una parodia que algo serio, y no vemos más allá de Surfin’ USA o California Girls más que unos boomers cantando canciones tontas. Pero igual que para la gente de 1966, Pet Sounds fue para mí una revelación. Ya no solo de quiénes eran ellos (y, en concreto, Brian Wilson), sino de lo que me podía hacer sentir la música. Y es algo a lo que me cuesta ponerle palabras, pero que gracias a aquel norteamericano random de internet, me puedo quizá aproximar.
Tan solo recuerdo dos cosas de aquella review: la primera, algo con lo que estoy de acuerdo, es que observaba que Pet Sounds es un disco que o amas con absoluta devoción o te deja indiferente. Con los años, cuando me da por repasarlo, a veces busco otras opiniones o reviews del disco y la gente a la que le gusta siente la misma pasión que yo, y es algo curioso de ver. La otra cosa que recuerdo, y donde está la chicha, es que el disco es una oda al amor adolescente. Y… es difícil decir algo más que eso, porque hace falta escucharlo. No sé, hay algo ahí, Brian Wilson debió de hacer un pacto con el diablo para que se le abrieran las puertas del cielo y poner la oreja para poder transcribir algo más de media hora de música. Son melodías casi irreales, como si no fueran de este mundo.
Quizá sea la yuxtaposición de las letras un tanto melancólicas de Asher con la música sobre todo alegre de Wilson. Letras como
Every time we break up, you bring back your love to me
And after all I've done to you, how can it be
You still believe in meYou Still Believe in Me
If you should ever leave me
Well, life would still go on, believe me
The world could show nothing to me
So what good would living do me?God Only Knows
Could I ever find in you again
The things that made me love you so much then?
Could we ever bring 'em back once they have gone?
Oh, Caroline, noCaroline, No
Quizás lo curioso –e incluso trágico— es que no me imagino a mí mismo de adolescente escuchando estas canciones. Son un poco cursis, incluso horteras. Pero cuando las descubrí con diecinueve años, a las puertas de la vida adulta, encontré algo en ellas. Una inocencia perdida, una etapa que dejaba atrás y a la que jamás podré volver. Creo que de algunas cosas no podemos ver su belleza hasta que se terminan, y de alguna forma, Pet Sounds es el perfecto catalizador de este sentimiento.
Os animo a poneros unos cascos, cerrar los ojos y escucharlo. Quizás leyendo las letras, si no se os da muy allá el inglés. Si llegáis a sentir una fracción de lo que siento yo escuchándolo, valdrá la pena.